¿Sin opción? (sig. parte)

Despierto a las once, la luz entra por la ventana y no respeta mis párpados. Mala suerte, olvidé cerrar las cortinas cuando llegué. Empiezo a tomar conciencia de la realidad y me doy cuenta de que anoche estaba más ebrio de lo que creía. En mi mente sigo repasando lo que debí haber dicho, sobre todo la frase final, diez segundos antes de que ella bajara del auto, esa frase con la que intenté decirle que aunque ella no quería que discutiéramos el asunto, yo iba a seguir pensando en el aroma de su voz, su mirada indescifrable y el fleco de pelo negro sobre su ojo izquierdo. Busqué una frase con el impacto suficiente para que ella la recordara por mucho tiempo y no olvidara lo que platicamos…ni tampoco el beso. Se que le dije algo, pero no creo que le haya importado. Y por supuesto, la frase que hoy acompaña rítmicamente el martillar de mis sienes suena mucho mejor y más coherente que la de anoche. Hoy tengo una buena frase y la de anoche fue de risa.

¿Otra vez será? No lo creo....